Subir una escalera, levantarse de una silla, recoger algún objeto que se cae al suelo, cargar las bolsas de la compra, caminar lo que sea necesario para poder visitar una ciudad, correr tras un autobús… Todos esos actos implican movimiento. Pero ¿qué sucede cuando nuestro cuerpo nos limita a la hora de ejecutar estas actividades?
Movernos bien podría ser clave para evitar que aparezcan molestias y dolores. Los estudios muestran cómo el riesgo de una lesión puede aumentar con patrones de movimiento de baja calidad, poco nivel de flexibilidad y lesiones previas. Gray Cook, autor del libro El negocio del movimiento, cofundador del Functional Movement Systems (FMS), es fisioterapeuta y uno de los mayores expertos a nivel mundial en materia de ejercicio.
MOVERSE BIEN, MOVERSE MAL
“Para mí, moverse bien es, ante todo, poder realizar mis actividades diarias cotidianas, de ocio y trabajo sin dolor. No espero que siempre puedan hacerse cómodamente, porque a veces entrenamos hasta sentirnos extenuados y podemos quedarnos bloqueados en ciertas posturas más tiempo de lo que nos gustaría. Pero en su mayor parte, se debería poder pasar el día sin dolor al ponernos en cierta posición o al hacer un cierto patrón de movimiento”, señala Cook. “En segundo lugar, debería tener la libertad y la comodidad de hacer la mayoría de las cosas de diferentes maneras”, añade.
El especialista en biomecánica habla de la importancia de entender que los comportamientos humanos tienen patrones predecibles. “Nos llevan a buenos o malos lugares. Moverse bien es evitarlos, ser consciente y protegerse. Cuando se encuentra con ellos, darse cuenta y corregirse a sí mismo”.
¿Por qué nos moveríamos mal? La forma en la que respiramos, dormimos, comemos, en la que adoptamos hábitos desfavorables es lo que el experto llamaría actividades “miopes o unilaterales”. Sería como comer las mismas 2 verduras durante toda la vida en vez de descubrir los beneficios de la variedad.
Lo primero que deberíamos hacer para tener la oportunidad de movernos correctamente, según este especialista, pasaría por “no destruir nuestros ciclos naturales, es decir, las cosas que ocurren marcadas por nuestro reloj como la frecuencia respiratoria, la forma en que consumimos energía, descansamos y nos recuperamos; la manera de manejar las cargas de entrenamiento y los patrones. Y las posturas”.
La evaluación del movimiento sería esa base, el punto de partida para conocer cómo se mueve y, a partir de la misma, comenzar a realizar un plan para moverse mejor. El consejo de Cook es: “No asumas que necesitas hacer ejercicio y no supongas que tienes un problema médico”.
EL DOLOR NOS MUEVE DISTINTO
Tal y como explica Cook: “Hay dos tipos de movimientos que pueden hacer daño fácilmente: un movimiento normal en una estructura defectuosa (como una fractura o un esguince de ligamento) o un movimiento excesivo en una estructura normal (que podría ser velocidad, impacto, rango o torsión). El dolor agudo evita que te muevas de una forma en la que pueda causarte más daño. Pero el dolor crónico puede ser una señal distorsionada de que se amplifica o suprime y debe ser investigado, porque está enraizado en el propio comportamiento del movimiento”.
El equipo de trabajo de Cook se dio cuenta de que el dolor puede dictar el comportamiento del movimiento y alterarlo de muchas maneras. Por lo que, tal y como admite el especialista, “debemos eliminar el dolor de la mesa y nunca responder preguntas sobre ejercicios o terapia sin una evaluación completa en cuanto a la fuente, zona y disfunciones asociadas. Esto nos permitirá realizar una valoración de factores de riesgo para demostrar todas las cosas que el paciente o atleta podrían hacer mejor en su autocuidado, a la hora de facilitar el proceso de rehabilitación y eliminar el riesgo de recaída en el futuro, que obviamente está presente durante esta etapa”.
ESTABILIDAD PRIMERO
En los gimnasios se pueden ver muchos ejercicios asombrosos, pero a la hora de entrenar, ¿qué gestos ayudarían a moverse mejor? “En términos simples, cualquier ejercicio que te permita subir y bajar del suelo de una manera más suave, fácil, organizada, con más opciones y facilidad sería bueno”, dice el experto. La mayoría de las personas intentan correr, escalar, nadar, levantar, lanzar o patear cosas. Pero si esa búsqueda hace que les resulte más lento levantarse y bajarse del suelo; y reduce sus opciones para hacerlo, entonces significa que han renunciado a la función en favor de la habilidad. La función, en realidad, es la base de la habilidad. O como explica Cook: “Mantener la habilidad eficiente y funcional, alimenta la consistencia y esto a su vez refuerza el aprendizaje motor. Entonces, debemos mantener las funciones. Esos cambios funcionales de posición que nos levantan y nos bajan al suelo son la columna vertebral del conocimiento en la evaluación del movimiento funcional”.
¿Serías capaz de agacharte completamente para recoger un lápiz sin caer después al suelo? Según Cook, la movilidad es lo primero. La estabilidad viene en segundo lugar. Y los patrones de movimiento vienen en tercero. “Así es como sucede en el neurodesarrollo y es como necesitamos reorganizar el sistema. Pero eso no implica que debamos comenzar cada entrenamiento con un estiramiento: simplemente que la movilidad representa la libertad de movimiento. Si eso no es posible, estaríamos ante un “problema de movilidad”, aunque se mejore tanto un buen descanso nocturno como con masajes o estiramientos. La falta de libertad es un problema de movilidad. Mientras que, si la libertad es buena, pero el movimiento es malo, entonces debemos asumir que se trata de un problema de estabilidad o control.
El ambiente -muchos trabajos requieren largas jornadas en una silla frente a un ordenador- puede empujarte hacia el sedentarismo y sus riesgos, entre ellos, el dolor articular. Ponerle freno implicaría conocer cómo es tu movimiento, evaluarlo y aumentarlo. El ser humano está diseñado para saltar, correr, agacharse, levantarse; no para pasar ocho o diez horas sentado. El movimiento es vida.